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16 de febrero de 2009

El lavado de cerebro


El lavado de cerebro, también conocido como reforma del pensamiento, "educación" o re-educación, es la aplicación de técnicas coercitivas o no, para cambiar las creencias, conducta, pensamiento y comportamiento de un individuo o más personas, con propósitos políticos, religiosos o cualquier otro, al grado que sugiere el término “lavado de cerebro”.

A lo largo de la historia, se ha recurrido a diversas formas de control del pensamiento de los individuos, pero han sido las sociedades totalitarias del siglo XX las que primero han aplicado conocimientos científicos para mejorar las técnicas de lavado de cerebro, y hoy en día se aplican como método de curación en psiquiatría, apoyado frecuentemente con el uso de fármacos que inhiben las capacidades cognitivas del paciente.

Otros apoyos empleados secularmente en el lavado de cerebro son el hambre y la privación de proteínas, que producen confusión y credulidad en la capacidad de raciocinio y la privación del sueño, que causa estrés y confusión.

Supuestamente, en treinta días se consigue un lavado de cerebro y, aunque ninguna programación es irreversible, si el individuo la acepta durante un periodo de tiempo considerable, ya no hay vuelta atrás, como se ve en los adeptos de diversos credos y filosofías. Cuando no se cree realmente en el proyecto, el programa al que se somete al subconsciente es equívoco, flojo, y a veces contradictorio. Los resultados serán la imagen misma de su programación.

El lavado mental es un método, más o menos eficaz dependiendo de los individuos, cuyo objetivo es hacer admitir unas informaciones cualesquiera a otra persona, repitiéndoselo hasta que el objetivo sea alcanzado. En ocasiones se utiliza violencia verbal o física para confirmar o crear una jerarquía definida de superioridad entre el lavador y el lavado.



Se habla también del lavado mental realizado por los medios de información sobre la población, el cual puede efectivamente tener a largo plazo el efecto de imponer el punto de vista de los medios sobre la población. El mejor medio de evitar el lavado mental es utilizar varias fuentes de información dentro de todo tipo de situaciones.

No ha de confundirse el lavado mental con la lobotomía, la cual es una operación quirúrgica del cerebro.

Técnicas

1. Establecer relaciones de mutua confianza.
2. Comunicarse con la persona para conocer su situación (¿desea seguir?, ¿siente dudas sobre la bondad de los que le han controlado?, ¿está desencantado pero temeroso?...).
3. Desarrollar modelos de identidad: cómo era la persona antes de entrar, como es el modelo de personalidad impuesto por el control mental y cual es la personalidad que adopta dentro de la estructura controladora (iniciado, con algo de responsabilidad, controlador...).
4. Poner a las personas en contacto con la identidad original, por eso es tan difícil desprogramar a niños que no tiene una personalidad anterior que recuperar.[2]
5. Conseguir cambiar la perspectiva desde la que mira el controlado (la que le impuso el grupo controlador).
6. Interrumpir el autoengaño que sistemáticamente se ha enseñado a la persona controlada que haga cuando siente dudas sobre lo que le han enseñado.
7. Terminar con las fobias que han implantado a la persona para que no abandone el grupo y mostrarle el bienestar que se puede obtener fuera del grupo.
8. Explicar a la persona controlada las características del control mental que ha sufrido

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Que tal house esa onda me suena como a la pelcula la naranja mecanica, te recomiendo la veas, como la violencia llama a mas violencia. Sale wey nos vemos