La hipocondría es una creencia en que síntomas físicos reales o imaginarios son signos de una enfermedad grave, a pesar de la certeza médica y otras evidencias de que no lo son.
La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, pequeñas heridas, tos, incluso latidos del corazón (palpitaciones), molestias abdominales, o sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se tranquiliza por un tiempo, pero su preocupación vuelve a aparecer nuevamente.
La interpretación catastrófica de los signos corporales más ínfimos por parte del individuo, es el mecanismo que desencadena la hipocondría. El paciente pasa su vida de consultorio en consultorio médico ("doctor shopping") y solo se tranquiliza temporariamente cuando algún médico le dice que le ha encontrado una enfermedad. Incluso algunos pacientes han sido sometidos a numerosas intervenciones quirúrgicas, sin una necesidad real de practicarlas. Muchas veces el médico es "vencido" por la convicción errónea del paciente que le "impone" la certeza que está enfermo, aunque en realidad no lo esté, llevando a la práctica de tratamientos innecesarios y costosos. Asimismo a este tipo de pacientes se les suelen realizar numerosos estudios complementarios (estudios de laboratorio, tomografías, electrocardiogramas, electroencefalogramas, etc.), sin necesidad alguna, por el solo hecho de calmar la ansiedad del paciente.
No debemos descartar que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. Como en la Fábula de Pedro y el Lobo algunos pacientes hipocondríacos cuando se enferman de verdad no reciben la atención médica necesaria ya que sus síntomas son desestimados o minimizados por el antecedente de sufrir de hipocondría.
Sintomatología:
Estamos ante un trastorno asociado muy a menudo con la ansiedad, por lo que el principal síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o imaginarios, llegando a percatarse de signos funcionales que normalmente se escapan a la conciencia (intensidad de los latidos cardíacos, funciones digestivas, etc.). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza impresionante, aclarando repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del hipocondríaco se centra no sólo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.
La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, o la convicción de tener, una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de uno o más signos o síntomas somáticos. La sintomatología más típicamente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta acompañada de una especial alteración negativa del estado de ánimo, sumamente desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica frente a sus molestias, de las que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves. Finalmente, el hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse a cuidar su enfermedad imaginaria ("enfermo imaginario").
En la hipocondría las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas...). El individuo atribuye estos síntomas o signos a una enfermedad temida y se encuentra muy preocupado por su padecimiento. Pero en realidad no existe ninguna enfermedad médica asociada a los síntomas, y si el paciente está enfermo verdaderamente, su enfermedad no está relacionada con ellos.
Diagnóstico:
Los Criterios de Diagnóstico de Hipocondría acorde al Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV-TR) son los siguientes:
A. Preocupación y miedo a tener, o la convicción de padecer, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos.
B. La preocupación persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas apropiadas.
C. La creencia expuesta en el criterio A no es de tipo delirante (a diferencia del trastorno delirante de tipo somático) y no se limita a preocupaciones sobre el aspecto físico (a diferencia del trastorno dismórfico corporal).
D. La preocupación provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
E. La duración del trastorno es de al menos 6 meses.
F. La preocupación no se explica mejor por la presencia de trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de angustia, episodio depresivo mayor, ansiedad por separación u otro trastorno somatomorfo.
Especificar si:
Con poca conciencia de enfermedad: si durante la mayor parte del episodio el individuo no se da cuenta de que la preocupación por padecer una enfermedad grave es excesiva o injustificada.
Diagnóstico Diferencial:
Debe diagnosticarse Hipocondría solo si las preocupaciones sobre la salud no pueden explicarse mejor por la presencia de un Trastorno de Ansiedad Generalizada, Trastorno Obsesivo-compulsivo (TOC), Trastorno de Pánico, Episodio Depresivo Mayor, Trastorno de Ansiedad de Separación u otro Trastorno Somatomorfo.
Síntomas dependientes de la cultura y el sexo:
Aunque no sea lógica la preocupación por la enfermedad a pesar de las exploraciones médicas negativas y de las explicaciones apropiadas, tal preocupación debe valorarse siempre en relación con el nivel cultural del enfermo. El diagnóstico de Hipocondría debe hacerse con mucho cuidado si las ideas del paciente sobre la enfermedad se ven reforzadas por curanderos que no están de acuerdo con las explicaciones y las exploraciones médicas.
El trastorno afecta por igual a varones y a mujeres.
Prevalencia:
La prevalencia de la Hipocondría en la población general se desconoce. En la práctica médica se encuentra entre un 4 y un 9% de los pacientes que consultan.
Curso:
La Hipocondría puede iniciarse a cualquier edad; sin embargo, lo más frecuente es que comience en los primeros años de la vida adulta. El curso es generalmente crónico, con períodos de mayor o menor intensidad, aun que algunas veces es posible que el individuo se recupere totalmente. El inicio agudo, la comorbilidad, la ausencia de trastornos de la personalidad y la ausencia de un beneficio secundario, son indicadores de buen pronóstico. Debido a su cronicidad, algunos autores consideran que este trastorno posee características de "rasgo" (preocupación persistente, con quejas de tipo somático centrada en síntomas físicos).
Tratamiento:
En algunos casos, se utilizan psicofármacos inicialmente para controlar los síntomas ansiosos tan importantes que padecen estos pacientes. Pero la terapéutica fundamental es la Psicoterapia Cognitivo-conductual, en la que se promueve la pérdida de la angustia y el miedo a la enfermedad que el hipocondríaco siente.
Para ello se plantean primero una serie de prohibiciones y tareas. Se le pide que no acuda a más médicos ni a las urgencias hospitalarias, que no hable de salud ni de enfermedad. Para esto es muy conveniente la colaboración de la familia del paciente, también para que entiendan que lo suyo no es cuento, que tiene un problema real aunque interpretado por todos como un problema que no existe. Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta comienza el tratamiento psicológico propiamente dicho.
El tratamiento básico consiste en perder el miedo a estar enfermo. Muchas veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se convierte en un disparador de los miedos a la enfermedad. Se establece así un círculo vicioso en el que el miedo a la enfermedad causa unas sensaciones que son a su vez interpretadas como enfermedad.
En la terapia se trata de que el pensamiento de estar enfermo no dispare un miedo terrible. Para ello se emplean una técnica llamada exposición a las sensaciones corporales, que consigue que el paciente pierda el miedo a los síntomas que antes interpretaba como enfermedad. Aprende que si no huye de ellos, si no lucha contra ellos y los acepta, se pueden convertir en sensaciones admisibles que nos permiten seguir con nuestras actividades diarias sin mucho sufrimiento. Esta parte del tratamiento se realiza junto con un entrenamiento en técnicas de manejo de ansiedad que facilitan la exposición.
También hay que enfrentar el miedo a la enfermedad y a la muerte. Para ello se comienza un trabajo de desensibilización ante la enfermedad y la muerte de forma que se sitúe el miedo que causan al paciente en términos razonables. Se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.
El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.
Verse enfermo tiene en nuestra sociedad una connotación de debilidad. Por ello entrenar al paciente en basar su autoestima en otros medios de valoración y se le entrena en aumentarla.
Finalmente se trabaja para que el paciente pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, como cambio de trabajo, separaciones, problemas de relación, etc. de forma que se pueda evitar que en el futuro se le desencadenen situaciones de depresión o angustia continuada que le pueden hacer recaer en sus problemas hipocondríacos.
0 comentarios:
Publicar un comentario